Acudí a tu llamado, creo que por pura curiosidad. A esas horas de la noche me extrañó que me convoques. No obstante me presenté ante tu puerta, y el escenario todavía me provoca no más perturbación que gracia.
Obviamente tuve que usar mi hebilla para ingresar en tu domicilio; instantes más tarde iba a darme cuenta de que estabas bastante ocupada… Como venía diciendo, ostenté mis habilidades de cerrajería aprendidas en los dibujos animados y me abrí paso, rumbo a tu encuentro.
Dilucidé cuál era el camino de llegada a la sala (admitamos que tu casa tiene un diseño complicado para atravesar en esas circunstancias en que uno no sabe bien a dónde se dirige, o por lo menos no con claridad) y llegué después de errar varios intentos.
La primera imagen fue ver a Ingrid y a tu hermano, atados de manos y pies, sentados sobre el sillón. Naturalmente, en ese momento nada me llamaba la atención. “Deben de estar jugando”. La situación cambió completamente cuando enfoqué mi mirada hacia la escalera caracol, más precisamente hacia la barra que se localiza en la mitad. Ahí estabas, con tu piyama rosa que te acompañó durante la infancia y que, claro te quedaba un tanto ceñido –como a la altura de las rodillas, pero jamás se junta valor suficiente para deshacerse de él-. Recuerdo también que esa sí era una noche fría, entonces lucías unas polainas negras, con tu última adquisición: esas pantuflas naranja flúor que intentan ser la imitación de las patas de un animal. Balanceándote de una forma excesivamente desinteresada, mas teniendo en cuenta la altura sobre la que pendías, gritabas y me pedías leche con copos de cereal y azúcar. Extraño antojo, pero cómo decirte que no si tus nervios amenazaban con hacerte cosquillas en las manos y dejarte caer.
Fui hasta la cocina, preparé tu pedido. Pero me interrumpieron tus papás tocando el timbre; qué inoportunos… Abrí la puerta, y olvidándome por completo de tu situación comprometedora, lo mismo fui y seguí con mi tarea.
Ya en el living, con tu amiga y tu hermano desatados, todos trataron de persuadirte y hacerte bajar. No sé en qué pensaron cuando me sugirieron ir a negociar con vos; no obstante obedecí y subí a tratar de ayudarte. Debo confesar que visto desde arriba era menos traumático –todo visto a bordo es más llevadero- y tomé la decisión de acompañarte. Solo faltaba una cosa más, otra taza de cereal para mí.
~ Autora: Juliana
1 comentario:
JAJAJ Muy buenooo!
"todo visto a bordo es màs llevadero"
me quede con esa phrase...
Jajaaja un besoo.
pd: YO QUIERO LAS PANTUFLAS DE GARRA DE TIGRE!!
Publicar un comentario